
Annie Ernaux, Pura pasión, (1991), Tusquets Editores, 2022.
Amamos amar porque amando somos.
El jeroglífico de la vida es descifrado por el sentimiento.
Hay maneras de perder el ser que son profundamente iluminadoras.
Perseguimos un camino de estrellas, un amor; tal vez lo encontramos.
La espera es ese momento suspendido en la indecisión, un instante prolongado de locura durante el cual no sabemos a quién esperamos.
Somos atravesadas por las circunstancias de la vida, no por las imágenes por medio de las cuales tratamos de representarla.
Es la vivencia, no su presesentación, la depositaria de la trascendencia.
Por eso hay que medir el deseo, que nos descubre el camino a la eternidad, a aquellas vivencias significativas que determinarán nuestra comprensión de todas las cosas.
La autobiografía es una ciencia subjetiva que interpreta el mundo. La única que poseemos.
La relación amorosa se entiende como un camino de perfección. Hay un esfuerzo consciente, un logro estético que se persigue, como cuando nos entregamos a la tarea de la escritura y desdeñamos el futuro.
Nuestra máxima aspiración es trascender en este mismo momento.
El amor es creación, también es el acto de vivirse, la destrucción de sí mismo.
Como una sucesión de párrafos o capítulos que agotan la escritura, así se consumen los días del amor, como un secreto que es borrado en un pergamino.
En el tiempo del amor se instaura también una suerte de pensamiento mágico. Surge una fe en la metáfora, en la coincidencia. Nos vemos representadas en las historias que ya han sido contadas. Enamorarse es, también, integrarse en el relato.
En ese descuido de la felicidad, no nos importa acaparar pequeñas pérdidas. Nos entregamos en cuerpo y alma, relegamos el intelecto.
Entramos un tiempo en el que los valores espirituales se ven incrementados. Nos reconocemos en las pasiones ajenas. Nos importunan, quizás, las consideraciones del deber.
Asistimos a la ficcionalización del yo.
La experiencia amorosa se convierte en algo narrable.
La vida adquiere las modulaciones de un cuento.
El amor hace que nos convirtamos en protagonistas indiscutibles de nuestra historia.
La vida se transforma en relato.
Creemos en los finales felices.
Vivimos en un presente eterno.
Evitamos las explicaciones.
El acto de vivir es suficiente.
El enamoramiento es, además, un relato del género de la fantasía.
La radical alienación del ser humano le es ajena.
Vivimos en la ilusión de formar parte de un mundo que se ha completado a sí mismo.
Le ponemos parches a la realidad para no caer por entre sus grietas.
Los celos se convierten en la medida de la veracidad de una pasión que no se sostiene.
A veces, también, el anhelo por la huida, por la conclusión del amor.